Cuando realizo un viaje, lo primero que busco es que el alojamiento esté bien situado, que cumpla con las medidas de limpieza y que la cama sea cómoda y confortable, a veces supera mis expectativas y otras se queda muy corta.
Os voy a contar algunas de mis experiencias en los que yo considero sitios distintos y especiales para mi.
Cuando era una adolescente iba a campamentos en los que dormíamos en un saco encima de una esterilla en una tienda de campaña unas cinco chicas, chocando cabeza con cabeza y de la manera más incómoda inimaginable (hoy sería incapaz, además con gente desconocida). La fase de adolescencia fue superada y llegó la fase de juventud y vida “loca”. Recuerdo dormir en Coven Garden con mi amiga Lauri en unos hostels a cada cúal más rocambolesco y diferente. En el primer hostel compartimos litera con chinas, coreanos, americanos y nosotras dos, dos galleguiñas en la gran capital. Esa experiencia nos sirvió para sobrevivir a la siguiente, pues en comparación con el siguiente hostel de Canden Town, era casi como un Hilton. Esta vez Laura y yo sólo compartimos habitación, pues a mí me tocó dormir encima de un “señor, gordo, negro, desnudo y con bigote” y a Laura encima de un brasileiro que durmió toda la noche pegado a una cerveza y a un pitillo. No sólo no tuvimos nuestros especiales compañeros sino que durante toda la noche escuchamos los cánticos del Islam de la habitación de al lado. Creo que esas noches pasamos más tiempo con los ojos abiertos y miradas cómplices que con los ojos cerrados, cuando volvimos a casa no nos podíamos creer lo que habíamos hecho, eso sí, las risas estuvieron presentes en todo momento.
Siguiendo con esas locuras de juventud, otras noches de verano he compartido la furgo de mi amigo Esco con 9 o 10 de mis amiguitos de la Cari, allá por las playas de Cádiz. Lo curioso del dato es que no era una furgo camperizada, no, era una furgo normal donde unos montábamos sobre otros, y cuando el calor era insoportable directamente nos íbamos a la playa.
Fui cumpliendo años y aunque volví a dormir en campings, algún hostel, o conventos como el de Santa Clara convertidos en lujosos hoteles como el de Peñafiel en Valladolid, todo era ya distinto.
De los hoteles más lujosos en los que he estado, quizá sea El Gran Hotel de la Toja, el Hilton de Berlín, el NH de Colonia, el Augusta Spa de Sanxeno o el Chalet Bassibe de Baqueira…y alguno más que ahora no recuerdo.
Dejando a un lado los hoteles, ahora os voy a contar experiencias temáticas que incluyen dormir en sitios espectaculares, que forma parte también de la propia experiencia.
La primera que experimenté fue una noche en las Burbujas de Albarari (en Nantes, Sanxenxo), se trata de una burbuja en el que el objetivo es dormir bajo las estrellas una noche despejada. La propia burbuja dispone de baño, jacuzzi, aire climatizado y un telescopio. Cuando amaneces allí parece que estás en la luna y te sientes como un astronauta sobre ella, un espectáculo muy recomendable.
Siguiendo con mis experiencias temáticas, la siguiente que experimenté fue una noche en el Glamping de la Illa de Arousa. Glamping significa camping con glamour, en el que sí, duermes en una tienda, pero con cama y con todo lujo de detalles que te puedes encontrar en cualquier hotel 5 estrellas. La tienda y las instalaciones del camping son fantásticas, todo con mimo y sin faltarle detalle, incluso el restaurante del propio camping está entre los primeros de Trip Advisor de toda la isla. Además, en la parte de atrás del camping se encuentra el Chiringuito Areoso Beach, que hace olvidarte donde te encuentras con calas privadas que jamás descubrirías si no paseas por allí. Una experiencia genial para ir sól@, acompañad@, con niñ@s…muy recomendable.
En Guimaraes tuve la suerte de alojarme en una Quintá, en este caso se trataba de una antigüa casona similar a un pazo gallego que lo alquilaban por habitaciones y que mantenía intacta la decoración de las personas que habían vivido allí en las épocas anteriores.
Tenía el mobiliario, la loza, los tapices y alfombras, cuadros, vajillas…en fin era como desplazarnos a las vivencia y aventuras de aquella familia en otra época, toda una aventura.
La última experiencia que he vivido, ha sido muy reciente, en mi última escapada a Oporto. (Ya os había comentado que siempre que voy a Oporto me alojo en el Moov, por su ubicación, sus instalaciones, su decoración, su precio…) pero esta vez estaba lleno y eso hizo que el hotel fuese distinto, en este caso me alojé en el Zero Box Lodge. Como su propio nombre indica, es un hotel pensado para minimizar el consumo y garantizar la eficiencia energética. Las habitaciones son cajas de madera sin ventanas que den a la calle. Las 30 habitaciones se encuentran todas ellas en la planta 4º del edificio, instaladas en un largo pasillo con cajas a ambos lados. Desde la planta 5º, se accede a la azotea, pero esa misma planta dispone de una sala de cine privado, donde tú te conectas con tus dispositivos móviles mediante bluetooth a una macropantalla con una luz ténue como si estuvieses en los mejores cines de Callao. La azotea dispone de un barco que funciona como chiringuito para pedirte una caipirinha y tomártela en una tumbona con vistas de las cumbres de Oporto, pero si aún así tienes calor, dispone de dos tanques de acero inoxidable que actúan como jacuzzi en los que poder relajarse y contemplar la bella ciudade. En la planta baja, cuando llegas, te reciben con su propia cerveza del hotel, la zero beer y con un montón de mensajes positivos que hacen que aumenten las ganas de alojarte en él. Y para subir a las plantas del mismo disponen de un ascensor con luces led de neón que hacen dibujos y figuras varias a lo largo del hueco del ascensor.
Seguramente me quede algún que otro sitio distinto en que me alojé…pero ahora mismo creo que es lo que mejor recuerdo, asique espero que os hayan servido para coger alguna idea en tu próximo destino.
Mientras tanto festejemos la noche cómo y con quien más nos apetezca…😘
